La persistencia de la memoria, Dalí, 1931
"Cuanto mejor se percibe el tiempo,
tanto más se avanza hacia el desequilibrio orgánico"
Cioran
Ocho horas ocupamos en dormir y
ocho en trabajar (los más afortunados). Son dieciséis. Tres en comer y dos
horas, digamos, en transportarnos (los más suertudos). Veintiuno. Más una hora,
que en bañarnos y acicalarnos ocupamos los medianamente rápidos y bellos, dan
veintidós. Quedándonos, así, dos horas restantes que se nos esfuman en estudios
“prácticos”, hijos o llantos furtivos, o en esas pendejadas en que se esfuma el
tiempo imperceptiblemente, como las monedas de nuestros bolsillos.
Entonces se nos va la vida, tan ajena a
nosotros como Dios. Nuestra vida, tan menos nuestra como la suerte y que se nos
diluye con pavorosa prisa.
¿En qué clase de comedia fuimos
arrojados, nosotros, personajes puestos en escena por la nada, esclavizados por
el reloj y los ocasos?
La mayor parte del día nos la
pasamos sin ser, sólo actuando para mantener la no-vida. Y las horas restantes
nos las gastamos alistándonos, compitiendo y comiendo para seguir no-siendo. Entonces
la pregunta es: ¿cuándo se es? ¡Cuando! Mucha gente lo olvida para no sufrir, o
prefiere ignorarlo, es decir, ignorarse. Prefieren descansar de su no-vida,
ignorándose a sí mismos, enchufados a la tv, por ejemplo, al final del día, hasta
caer en los brazos de un Morfeo asqueado, a la espera de otra fría vuelta de reloj
en la que no pasa nada más que las horas.
En lo personal, rehúso a ese mecanismo que hace de todos nosotros nada
más que unos impávidos engranajes siempre apresurados. ¿Cómo? Invocando a Insomnio.
Invocándolo de todos los modos posibles. Provocándolo adrede cuando las luces
se apagan y todos callan, cuando el frio acompaña y el silencio sugiere, cuando
la niebla cobija y la noche parece suspenderlo todo, volviéndolo a uno, de
alguna manera, dueño del tiempo y del mundo, dueño de todo. Entonces la eterna
cuestión de ser o no ser es
remplazada por la incendiaria determinación de ser, ¡ser a cualquier precio!
Es difícil, y mucho más cuando
el sueño es una vulgar tentación que cuando nos atrapa, ya es muy tarde, ya no hay vuelta atrás: uno
queda agazapado, sin boleto de regreso, en las deliciosas y embriagadoras aguas
de la inconsciencia, donde rara vez existe el recuerdo. Situación nada
reprochable, pero odiosa por el mismo hecho de ser, a un tiempo y en la mayoría
de los casos, placer y olvido. Y el olvido es la muerte de lo que nunca nació. Y
si el placer se olvida, es como nunca haberlo experimentado.
Claro que existen sueños gratos,
todos explotables y valiosos, los cuales recuerdo y agradezco, pero en la mayoría de los casos las horas
nocturnas pasan tan rápido que no dan tiempo a caer en cuenta del descanso.
Entonces el Sueño es cruel y burlesco, el arma del tirano Tiempo. Se torna
detestable. Y no me queda más que combatirlo para ser a cualquier precio, así
sea pagando mi existencia con mi descanso.
El Tiempo es un tirano, cuya
única posibilidad de resistencia es el Insomnio.
Pero lamentablemente el ímpetu
insomne me dura poco y termino siendo lo que odio: caigo.
¡Cuánto daría yo por “padecer”
naturalmente de insomnio, para que no me llegue ese maldecido momento
inevitable en que mis ojos se cierran y mi cabeza desmaya hasta mojar con mi vergonzosa saliva
la página de algún libro traicionado por mi letargo!
Carlos Realpe
Aquí les dejo una hermosa y reveladora percepción del Insomnio según Cioran: http://comodormirmejor.wordpress.com/2010/05/15/invocacion-al-insomnio-por-el-filosofo-emil-cioran-de-como-la-mente-compleja-genera-un-insomnio-fuerte/